Durante los primeros siglos de desarrollo del español, la rareza de la lengua escrita y la aún imprecisa catadura de la misma hicieron innecesaria una codificación de su grafía. El primer intento de dotar de un código gráfico sistemático data del reinado de Alfonso X, que intentó ajustar las diversas soluciones adoptadas por sus predecesores a un criterio fundamentalmente fonográfico.
Alfonso X reunió en su corte un gran número de estudiosos, que se abocaron a elaborar una compilación enciclopédica del saber de la época, continuando y ampliando la obra de la escuela de traductores de Toledo. El romance se utilizó como lengua intermedia en las traducciones del árabe o el griego al latín. La profusión de copias realizadas en el scriptorium real y el impacto de las traducciones sobre el corpus de la lengua romance difundió y dio fuerza a las convenciones fijadas por el rey.
Muchas de las que aparecen retrospectivamente como irregularidades o imprecisiones en la grafía alfonsí se deben, en realidad, a la notable diferencia que el sistema fonológico de la época tenía respecto del actual. El sistema de consonantes coronales, por ejemplo, incluía cuatro fricativas y dos africadas, frente a las tres fricativas/africadas como máximo que tienen los dialectos contemporáneos: /dz/ se escribía z como en dezir, /ts/ se escribía ç como en março, /s/ se escribía s o ss entre dos vocales como en saber, missa, /z/ se escribía s como en osar, /ʃ/ se escribía x como en dixe y /ʒ/ se escribía j o i como en aguiiar/aguijar. La ortografía real intentó reflejar con notable fidelidad las propiedades fonológicas del habla de la época. Invención suya fue la duplicación de N y más tarde L para indicar la palatalización en /ɲ/ y /ʎ/, la primera de las cuales los copistas transformaban en la abreviatura que daría con el tiempo la eñe.
Otras características de la grafía alfonsí son la variación en la grafía de las vocales átonas, probablemente reflejando un valor fonético aún irregular (por ejemplo, en el manuscrito del Mío Cid aparecen tanto «veluntad» como «voluntad»), la inconsistencia en la supresión de la e final (noche ~ noch) y la total ausencia de acentos o tildes, sea con valor diacrítico o fonético.
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